Brasil Acosta Peña
El huevo es consumido por los
humanos por su alto contenido proteico,
principalmente albúmina, que es la clara o parte blanca del huevo. La variedad
de platillos que resultan del uso de este alimento va desde el huevo crudo,
como puede ser el caso de lo que la gente denomina “polla”, que es jugo de
naranja, jerez y dos huevos; hasta un omelete francés, hecho con delicadeza
estética y sabor especial, o bien, la gran gama y variedad de preparación de
ese platillo que tenemos en México: revueltos con jamón, rancheros, divorciados,
motuleños, a la poblana, con mole, con tocino, cocidos o tibios, etcétera; y
todo ello revela la importancia del huevo en la dieta humana y, en particular, en
la mexicana, pues no hay lugar al que uno vaya en el que no le ofrezcan, a
manera de desayuno, unos huevos “al gusto”.
Para dar datos más precisos, México
es el primer consumidor de huevo en el mundo, según lo revelan los datos de la
Secretaría de Economía. Las familias mexicanas, en promedio, gastan mil 319
pesos por año según reveló la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los
Hogares, (ENIGH 2010); según el Instituto Nacional Avícola, (INA), el consumo
per cápita (por persona) anual es de 20.3 kg por año, que multiplicado por 100
millones de mexicanos equivale a 2 millones 30 mil toneladas de consumo de
huevo por año. Debajo de México están Japón, Taiwán, China y Francia, en
consumo per cápita de huevo. En México se consumen, aproximadamente 355 huevos
al año por persona.
En relación con la producción de
huevo, Estados Unidos tiene la empresa con el mayor número de gallinas
ponedoras: 29 millones; le sigue Ucrania, con 22 millones y México con 20
millones. Tres empresas mexicanas juntas tienen 41 millones de gallinas
ponedoras. Para 2009 el primer productor de huevo en el mundo fue China, con 23
millones de toneladas; Estados Unidos con 6 millones; India con 3.3 millones,
Japón con 2.9 millones y México en quinto lugar con 2.3 millones de toneladas;
si hacemos la comparación con América Latina, México se ubica en primer lugar,
seguido de Brasil que produce 1.9 millones de toneladas; Argentina con 643 mil
toneladas y de ahí para abajo. De 2000 a 2009
Opinión México incrementó su producción en un 33 por ciento y se sabe
que la segunda planta productora de huevo en el mundo se encuentra en
Jalisco.
En México se consumen en
promedio 97 gramos de proteína por persona por día, de los cuales, el 44 por
ciento es proteína de origen animal (huevo, carne, leche), o sean, 42 gramos
por persona por día. Teniendo en cuenta que el precio del kilogramo de carne está,
en promedio, en 100 pesos; el de carne de puerco y la pechuga de pollo, en 65
pesos; 35 pesos en pierna y muslo de pollo, etc.; pero, también teniendo en
cuenta el bajísimo nivel de salarios que tenemos en México, pues se paga la hora
en medio dólar (en Estados Unidos en ocho dólares), el pueblo trabajador no
puede darse el lujo de comprar carne todos los días (pues cinco millones de
mexicanos viven con el salario mínimo y 15 millones en la informalidad), por lo
mismo, tiene que buscar sustitutos de la carne y un sustituto ideal, por su
baratura y por ser rendidor, es el huevo. El huevo había tenido un precio
relativamente accesible para las clases pobres, pues rondaba entre 16 a 20 pesos por kilogramo; sin
embargo, cuando usaron de pretexto el reciente problema de la “gripa aviar”,
que ahora sí les pegó a las aves y no a los humanos, se lanzaron rumores especulativos
en el sentido de que no podía consumirse huevo de las gallinas infectadas
porque podía transmitirse por esa vía la enfermedad y, con la experiencia
negativa de la fiebre porcina, cundió el pánico. Ése fue el momento de los acaparadores
y especuladores de huevo, pues no resultó ser cierto que la gripa se transmitiera
por consumir huevo, pero guardaron en sus bodegas el producto y, por esa vía,
comenzó a subir el precio del producto (exceso de demanda). Así fue que el
precio llegó a estar en 45 pesos por kilogramo, es decir, aumentó al 100por
ciento. La Secretaría de Economía del Gobierno federal, para contrarrestar las
acciones de los especuladores, abrió las fronteras mediante “cuotas” de
importación de huevo y, por esa vía puso a competir a los acaparadores
mexicanos. Sin embargo, es muy lamentable y desacertada la declaración hecha por
un funcionario de esa misma Secretaría en el sentido de que si el huevo estaba
subiendo de precio, lo que debía hacer la gente era buscar otra fuente de
proteínas.
El salario del obrero no
alcanza para adquirir la canasta básica, pues se requerirían 350 pesos diarios para
tal propósito y el mínimo es de 60 pesos; adicionalmente, la carne de res, la
carne de puerco, la pechuga de pollo, etc., están prácticamente vedadas para 25
millones de mexicanos que viven en pobreza alimentaria, pues ni gastando todo
su ingreso alcanzarían a comprar la canasta de alimentos. Por eso, recomendar
que se busquen fuentes de proteínas diferentes al huevo, significa desterrar al
mexicano de la modernidad y lanzarlo al consumo de insectos y soya; en otras
palabras, la modernidad no está, como hemos dicho, puesta al servicio de los
intereses del pueblo, del ser humano; por el contrario, están al servicio del
poderoso y, por lo mismo, en lugar de castigar a los especuladores, permiten
que actúen con la consabida afectación del pueblo trabajador.
Este aumento en el huevo,
disminuye la calidad de vida de las familias; por lo mismo, las políticas públicas
tienen que estar orientadas a mejorar las condiciones económicas de los
mexicanos mediante una primordial y urgente política: elevar los salarios. Se
pueden crear millones de puestos laborales, pero si se cotizan con base en el
salario mínimo actual, las condiciones de vida de los trabajadores van a seguir
empeorando pues la crisis mundial no ha cesado de afectar a nuestro país y lo
peor no llega aún. Así, antes de buscarle sustitutos al obrero llevándolo al salvajismo
en el reino de la abundancia, lo que se tiene que hacer es elevar los salarios
efectivamente para que tengan una vida digna. Por lo mismo, el salario mínimo debería
estar en 350 pesos y de ahí para arriba. Finalmente, sanción merecen también
los acaparadores que, por interés pecuniario elevan el hambre de los ya de por sí
miserables. Así el obrero podrá consumir huevo y carne también y vivir
realmente mejor.
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