jueves, 24 de febrero de 2011

Seducción ¿atributo o defecto?






Axel Dessade

Una mirada, una sonrisa o simplemente una expresión dentro de una conversación pueden decir muchas cosas, pero siempre con el fin de mostrar lo mejor de sí, es lo que siempre ha querido el hombre a lo largo de su vida, en una búsqueda permanente que no ha podido definir en sus justos términos.

Uno de los primeros autores y estudiosos del tema de la seducción fue Ovidio, quien publicó su "Ars Amandi" en el año 8 d. C., en ella ofrecía consejos sobre cómo realizar conquistas amorosas. Más tarde, obtuvieron gran popularidad las obras "Diario de un Seductor" del filósofo Soren Kierkegaard o "El Arte de Amar" de Erich Fromm; en ésta última, el autor considera que el amor es un arte que requiere conocimiento y esfuerzo, que el hombre va creando a lo largo de su evolución.

La seducción se proyecta desde diferentes formas: en el hablar, en cómo pensamos, en nuestros gustos; en nuestros ademanes, cuando reímos o miramos. Así, estudios psicológicos han demostrado que en la actualidad la seducción ha adquirido gran valor de tipo convencional, pues se utiliza con la finalidad de influir en el otro, de cambiar su pensamiento por hacerlo compatible con el nuestro, es decir, para fines que el seductor convenga, ya sea amoroso, económico, familiar o sencillamente por simpatía.

En el caso del ser humano se tratarían de factores primitivos sobre los cuales han actuado las constricciones sociales y culturales. En concreto, se ha puesto de manifiesto que a medida que nos acercamos a la especie humana, aspectos como las manifestaciones sexuales, la duración y expresión del vínculo afectivo, son reguladas por normas socioculturales concretas (dando lugar incluso a conductas que parecen específicas de nuestra especie como lo es la represión sexual).

Debido a que estos impulsos sexuales y vínculos primarios son desencadenados por determinados estímulos, las conductas de cortejo o seducción intentan activarlos con la finalidad de atraer física y sexualmente a parejas potenciales. En los seres humanos, las pautas de seducción entre ambos tienen un fuerte impacto sobre el atractivo físico sentido hacia la otra persona.




De acuerdo con los especialistas en el estudio científico del carácter y modos de comportamiento del hombre, podrían ser una evolución a partir del ritual de elección de pareja o cortejo de atracción típico de los mamíferos, pero lo que altera el parámetro entre el ser humano y los mamíferos durante la seducción es el autoestima, comprobado en más del 24% de los hombres y en el 22% de las mujeres (datos de Psicometría y Psicodiagnóstico, empresa estadounidense que se encarga de medir la psicología del ser humano desde distintas disciplinas).


La autoestima está en directa relación con el proceso de la seducción y los aspectos implicados en el mismo. Si tenemos una buena autoestima nos consideraremos capaces de actuar ante cualquier situación, pues la confianza en nosotros mismos nos permitirá ser resistentes a las críticas, al rechazo o al fracaso.
Por ello, en el proceso de la seducción, el miedo a lo que piensen o a cómo reaccionen los otros ante nuestro comportamiento seductor, pierde cierta importancia.

La persona con alta autoestima atribuye los fracasos o los rechazos en la seducción a varias causas externas y los logros a causas más internas, obedeciendo a la sólida confianza en uno mismo.
Para algunos, el arte de seducir puede causar problemas de sentido  psicológico, pues no tienen la facilidad de obtener este atributo o defecto, como muchos le han llamado, puesto que con ella se tiene más posibilidades de caer en la infidelidad, o ser seducido, ahora la pregunta sería: ¿seducir puede ser un arma o simplemente una característica, que a muchos nos falta por desarrollar?

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