martes, 14 de junio de 2011

Trabajadores mexicanos: los más explotados.

Bruno Tlacaéle García López
Es muy común escuchar que  “los mexicanos somos unos güevones”, que “estamos pobres porque queremos, porque no trabajamos”. Esto se dice, incluso, fuera de nuestro país; baste recordar  el programa televisivo inglés “Top Gear”, en el que fuimos burlonamente catalogados de flojos. Y lo más grave es que nuestra supuesta flojera es utilizada como “argumento” para “explicar” la causa de la pobreza que padecemos en México. Por supuesto que diferimos completamente de esta errónea y reaccionaria opinión, y para demostrar su falsedad veamos los siguientes datos.





La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),  publicó hace algunas semanas en su informe anual que “los trabajadores mexicanos son los que más trabajan, 10 horas en promedio, entre trabajo remunerado y no remunerado, mientras que hay países, como Bélgica, donde sólo se  trabajan 7 horas”; además, “México tiene el nivel de salarios más bajos” y  “ocupa el segundo lugar en desigualdad de ingresos, y el nivel más alto de pobreza”; “casi a la mitad de los mexicanos les resulta difícil, o muy difícil, poder vivir de sus ingresos”. Por si esto fuera poco, otro organismo internacional, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de acuerdo con el “Informe Mundial sobre Salarios”, señala que  México tiene el salario mínimo más bajo dentro de un grupo de países seleccionados por su nivel de desarrollo.

Además, otros datos de la OCDE y de la OIT nos revelan la impresionante capacidad de los trabajadores mexicanos para crear riqueza, pues al menos 18 empresas mexicanas se encuentran en la lista que dio a conocer la revista Forbes, donde aparecen las empresas más poderosas del mundo, ¿gracias a qué?; gracias al esfuerzo, la disciplina y la entrega de los trabajadores de México. Pero eso no es todo. Estos y otros organismos internacionales demuestran que la burguesía mexicana se gasta en pitos y flautas el 80 por ciento de sus ganancias, y sólo reinvierte el 20 por ciento, mientras que en los países de gran desarrollo, por el contrario, los capitalistas se gastan solamente el 20 por ciento y reinvierten el 80 por ciento de sus utilidades. Este dato nos demuestra que los capitalistas mexicanos son los verdaderos despilfarradores y holgazanes.



¿Quién puede atreverse a decir que los mexicanos somos flojos y poco productivos, después de conocer los datos citados por estos importantes organismos internacionales? Evidentemente, quienes promueven esta idea son los patrones, los poderosos de México y del mundo, para luego tratar de convencernos de que las grandes fortunas que han amasado son el fruto “de su inteligencia”, “de su excelente habilidad para los negocios” y “de su gran ímpetu y esfuerzo”. Con esta manera tramposa de “razonar”, pretenden dejar de lado que toda la riqueza que poseen, se debe al trabajo de los obreros mexicanos.


Hace algunos años México era visto como el país latinoamericano con más probabilidades de desarrollo. Ahora, en cambio, se le percibe como uno de los que menos posibilidades tienen de lograrlo. Pero, como ha quedado demostrado, esto no es, de ninguna manera, responsabilidad de la clase obrera mexicana, sino que es resultado del fracaso de la burguesía y de la clase política mexicana a su servicio, que han demostrado sobradamente su  incapacidad para cumplir con la tarea de encauzar al país por el rumbo del progreso.

Queda claro entonces, que los trabajadores mexicanos no son, para nada, una clase obrera improductiva, y que la riqueza no proviene de la inteligencia y del “espíritu emprendedor” de los capitalistas, sino que proviene de la explotación desmedida de los trabajadores, quienes a cambio de largas y pesadas jornadas de trabajo, reciben apenas un raquítico salario que no alcanza más que para morirse de hambre. No es, entonces, en la supuesta holgazanería e incapacidad productivas de los trabajadores mexicanos donde reside la causa de los males del país, sino en la injusta distribución de la riqueza que se genera en nuestra nación; en la ambición desmedida de los dueños del dinero, que son capaces de matar de hambre a la “gallina de los huevos de oro”, es decir, a la clase obrera, antes que permitir que se les quite un peso de sus ganancias.



Ante todo esto, lo que toca hacer es organizarnos, politizarnos, luchar y transformar nuestro país. Como dice una bella frase: “Muéstrame un obrero con grandes sueños y en él encontrarás un hombre que puede cambiar la historia”. Soñemos  compañeros obreros con un mundo mejor, sin hambre, sin desigualdad; un mundo donde la vida no sea una pesadilla como la que hoy sufrimos. Convirtamos nuestros sueños en realidad, pongamos manos a la obra y hagamos historia. Un mundo mejor sí es posible.

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