miércoles, 17 de agosto de 2011

El salario mínimo en nuestra historia


Francisco Rodríguez Caballero


En 1910, el salario mínimo establecido en México era de 0.38 centavos,  pero, en realidad, un jornalero agrícola ganaba en promedio sólo 0.25 centavos, era la época porfirista. En la actualidad el salario mínimo es de 59.82 pesos. Y, aunque estos dos salarios parecen tener una diferencia abismal, podemos afirmar que el salario actual alcanza para lo mismo que el de entonces; solamente para sobrevivir. Veamos.

México, en 1910, tenía una población de casi nueve millones de campesinos frente a casi cuatro millones de pobladores en la zona urbana.

La tierra que había pertenecido a los pueblos, fue arrebatada por los hacendados y empresarios extranjeros. Más de un cuarto de la superficie de México pasó a manos de 834 personas. Así, 90 por ciento de la población rural se convirtió en peones; los trabajadores, para vivir, pedían préstamos al hacendado y estaban obligados, entonces, de por vida, a trabajar para él. Las deudas se transmitían de padres a hijos y a nietos. Los peones vivían en la más humillante de las miserias, en condiciones inhumanas, como animales, imposibilitados para escapar porque los rurales les aplicaban la ley fuga (fusilamiento a quien intentara escapar). La iglesia católica, cómplice de Porfirio Díaz, consentía y se beneficiaba de este sistema de servidumbre semiesclavista.



Los salarios de los obreros eran bajísimos y, en contraparte, el costo de vida era muy alto. Los trabajadores no tenían derechos laborales, las huelgas estaban prohibidas, incluso se castigaba penalmente cualquier intento de pedir una alza de salarios. En la época porfirista, el código penal del DF establecía de 3 a 8 meses de prisión y multas de hasta 500 pesos al trabajador que instigara a un posible aumento en los salarios.

La política antipopular de Díaz beneficio a las empresas extranjeras, que saquearon los recursos naturales a cambio de industrializar el país. 
Por  ese motivo, la burguesía local no pudo progresar; se frenaba el mercado interno pues los productos eran sustraídos por las empresas foráneas y, en consecuencia, sobrevino un estancamiento de la economía nacional, quienes debían sacar a flote la nación eran los obreros y los trabajadores del campo, sometiéndolos a una salvaje explotación. El país era, pues, una camisa de fuerza a punto de reventar.

Luchas obreras anunciaron la Revolución

Los obreros comenzaron  a pugnar por un cambio radical y encabezados por Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano (PLM), que en sus inicios fue  apoyado por  Francisco. I  Madero, se lanzaron a luchar por mejores salarios y condiciones de trabajo. En 1906 se produjo la huelga en la mina de cobre en Cananea, propiedad del capital norteamericano. La huelga fue disuelta a sangre y fuego, hubo cientos de muertos. Y para 1907, en Veracruz, en la fábrica textil de Río Blanco se creó “El gran círculo de obreros” perteneciente al PLM que pronto convocó a paros y huelgas. Díaz mandó al ejército y fueron también asesinados y heridos cientos de trabajadores.



Francisco I. Madero (quien estudio Administración de Empresas en  Francia) por ser un rico empresario agrícola, vinicultor y comerciante, dejó de apoyar al PLM y encabezó a los burgueses y terratenientes liberales del país. Finalmente, Magón fue detenido y enviado a prisión en Estados Unidos y el PLM fue disuelto.

La naciente burguesía mexicana encabezada por Madero, aprovechando la falta de dirección del levantamiento popular, tomó el control de la rebelión de los trabajadores del campo y se lanzó por la presidencia de la república.

Después de que Díaz abandonó el país, Madero ganó las elecciones en 1911, pero éste dejó de ser apoyado por las clases populares pues no cumplió con las reformas prometidas. Fue así que Francisco Villa y Emiliano Zapata continuaron en armas para obligar al gobierno de Madero a cumplir con una política revolucionaria que beneficiara al pueblo pobre de México.

Ante la amenaza de que las fuerzas populares tomaran el control, las fuerzas clericales, terratenientes y capitalistas extranjeras conspiraron para que  Madero fuera traicionado y asesinado, en 1913,  por Victoriano Huerta. Ante estos acontecimientos, las fuerzas populares  Villistas  y Zapatistas continuaron levantadas en armas ahora contra el gobierno de Huerta.

 El traidor se erigió como Presidente de la República, pero fue derrocado en 1914 por  Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, quien sustituyendo a Madero encabezó a la naciente burguesía nacional y terratenientes liberales que querían sacudirse el dominio extranjero. Carranza, tomó el poder y lo conservó hasta expedir la constitución de 1917.

Los oprimidos y explotados de nuestro país, representados por Villa y Zapata, lucharon en armas contra Díaz, Madero, Huerta y Carranza. No obstante sus gigantescos y nobles esfuerzos, fueron asesinados y terminaron perdiendo la Revolución.

El salario después de la Revolución

La Constitución Política de México fue entonces aprobada en condiciones muy desfavorables para los trabajadores del campo y de las fábricas. Carranza  consciente de  que no podría liquidar al movimiento revolucionario popular de manera total, pues el descontento se mantenía, y ante el temor de nuevas rebeliones, tuvo que consentir que algunas de las aspiraciones de los trabajadores del campo y los obreros se plasmaran en la Constitución de 1917, con la única intención de que la clase triunfante de la revolución, la burguesía nacional, se mantuviera en el poder.



Así, de la Constitución de 1917, que en su artículo 123, fracción sexta indicaba “El salario mínimo que deberá disfrutar el trabajador será el que se considere suficiente para satisfacer las necesidades normales de la vida del obrero, su educación y sus placeres honestos”, nace en 1931 la Ley Federal del Trabajo (LFT). En la actualidad esta idea se mantiene, y pudiéramos decir que es  justa, pero lamentablemente, sólo existe en el papel, con la única  finalidad  de que el trabajador no proteste, pues el patrón y su gobierno podrían fácilmente responderle: “mira, tú demanda ya está resuelta”.
En los hechos, la LFT no se respeta, es transgredida,  desobedecida y vulnerada en perjuicio de los trabajadores, porque históricamente los obreros no fueron quienes la impusieron para hacerla valer, sino que la diseñaron los patrones y sus gobiernos. Por tanto, los dueños de la ley, los que pueden modificarla cuando se les pegue en gana, los que pueden quebrantarla con mañas y argucias legales son los patrones, los dueños del dinero y el gobierno impuesto por ellos,  de la misma manera que en la época porfirista.

Planteadas así las cosas, podremos entonces comprender que el aumento al salario mínimo en nuestro país es un incremento ficticio, falso, que obedece a los intereses del patrón, pues casi siempre es rebasado por el aumento de los precios, estos aumentan el doble, el triple o más veces, dejando  atrás al aumento salarial.
Para entender lo anterior necesitamos analizar el salario mínimo pero convertido en su equivalente actual:




PRESIDENTE
AÑO
SALARIO
SALARIO


MINIMO
REAL


REGISTRADO
EQUIVALENTE



ACTUALIZADO
PORFIRIO DIAZ
1910
0.38
30
ABELARDO RODRIGUEZ
1933
1.54
44
LAZARO CARDENAS
1940
2.51
101
MIGUEL ALEMAN
1950
3.39
51
ADOLFO LOPEZ M
1960
14.5
79
GUSTAVO DIAZ ORDAZ
1970
38
189
LUIS ECHEVERRIA A
1980
163
249
CARLOS SALINAS
1990
11,900
192
VICENTE FOX
2000
37.9
87
FELIPE CALDERON
2010
57.46
58
FELIPE CALDERON
2011
59.82
57

Durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, el salario alcanzó su máxima capacidad en lo que se refiere al poder de compra, o sea, que en ese entonces, ganábamos un equivalente real a 189 pesos actuales, un  salario decoroso. 

Pero ese castillo de humo desapareció pronto, pues un salario tan alto provocó que  la inflación se disparara, pues los empresarios y comerciantes en lugar de activar la producción, sencillamente aumentaron los precios de las mercancías provocando una de las peores crisis del país, los aumentos que había ganado el salario se esfumaron inmediatamente, 

Es evidente que los aumentos muy altos en el salario provocarán siempre un aumento en los precios, pero ésa no es culpa nuestra, sino del sistema que nos gobierna actualmente, pues la creciente avaricia de la burguesía la empuja a acrecentar sus ganancias en detrimento del salario del trabajador.

Gustavo Díaz Ordaz

El salario sirve siempre para lo mismo

Podría alguien pensar que ahora tenemos mejores condiciones de vida, que ya no trabajamos tanto, que contamos con leyes que aunque sean infringidas, pero las tenemos. Eso es real,  debido al avance tecnológico y al desarrollo económico de la sociedad, ahora podemos tener ropa y calzado, de mala calidad pero más económico, vivienda, en muy malas condiciones, pero al fin un techo donde resguardarnos.

Pero lo cierto es que el salario del trabajador se mantiene casi igual que en 1910, que sirve solamente para comprar el alimento necesario para vivir y nada más.

Analizando un comparativo de precios, podemos ver que en 1910 no alcanzaba para comprar una comida y que actualmente alcanza sólo para dos comidas. Es cierto, en la época porfirista el trabajador se moría de hambre y en la actualidad sólo nos alcanza para no morirnos de hambre


Por esta razón, mientras en nuestro país sigamos teniendo un sistema de producción al servicio del capital, los trabajadores estaremos condenados a recibir un salario parecido al de la época porfirista, sólo para no morirnos de hambre.



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