sábado, 10 de septiembre de 2011

En busca de la caricia


                                                                                                                                                         Rojo 


El cuerpo pesado se levanta de la cama, un dolor espantoso invade su cabeza, decide ir a la baño a lavarse un poco la cara,  pero como la agonía no para, se recuesta nuevamente, mirando al techo, trata de recodar que fue lo que ocurrió la noche anterior, pero sin tener resultados vuelve la cara sobre las sabanas, que por su olor, parece ser que desde que las compró no han sido aseadas. El reloj sigue avanzando, pero para él, el tiempo no transcurre, pues aunque desea volver a soñar, el calor no se lo permite, su cuerpo que ha pasado muchas noches y tardes en este lugar se incomoda, por lo que nuevamente intenta levantarse para ir al baño y darse una ducha, el sol al calentado el agua, decide no prender el boiler, y deja caer la tibia agua sobre su piel. Mientras toca su esbeltico cuerpo con el jabón y el estropajo, oye que los niños juegan y gritan en el patio, sin tomarle importancia a esto, prosigue con su aseo.

El reloj marca las doce del día, aun sin recordar nada, sabe que tiene que caminar sobre las calles de la ciudad, para encontrar lo que siempre ha buscado, el no sabe si lo encontrará, pero sí que está ahí, pues un día lo vio, lo sintió y lo hizo suyo.




Empieza a caminar, por una estrecha callecilla en la cual se encuentra su departamento, a una cuadra encuentra al viejo vagabundo, que como todos los días lleva la misma ropa, la misma bolsa y el mismo olor que se alcanza a percibir desde una cuadra antes de verlo, al avanzar unos metros más encuentra a Mario, el mecánico que siempre con el mismo carro, parecería que no sabe de mecánica, pues lleva ahí más de 3 meses, al cruzar la cuadra un mural de imágenes y figuras que la mayoría de ellas no tienen forma, pero al mirarlas siempre te dejan un impresión de detenerte a observarlas para descifrar su verdadero significado, lo cual él ya ha hecho, pues en algunas noches en las que llega temprano a su casa, mira por la venta a los hombres que rayan la pared, todo en busca de una salida a sus problemas, tratando de olvidarlos con solventes o simplemente plasmarlos en la pared y dejarlos ahí para que sean olvidados.

Recuerda que aun no ha comido nada, rasca los bolsillos del pantalón tratando de encontrar unas monedas, pero solo encuentra una diez pesos y un cigarrillo estropeado, en la esquina, entra a la tienda de don Pepe, compra un cigarrillo más, para amortiguar el hambre durante un tiempo, en lo que busca de donde sacar algunas monedas.



Ha caminado durante una hora, pero ha llegado al lugar de siempre, sobre una butaca deja caer su cuerpo, cruza los brazos y  empieza a visualizar a las personas que caminan en el parque.
(Perdón nunca hemos descrito a nuestro personaje, espero y esto no quite el dedo del renglón, pero creo necesario hacerlo). Cabello obscuro, estatura media, ojos de cristal que reflejan el caminar de las personas, cuerpo atlético y moreno por naturaleza, él es nuestro personaje.
  
No se ha dado cuenta pero han pasado más de cuatro horas, el sol ha caído, y las luces de la ciudad han iluminado el bello espacio. Decide cambiar de lugar, mientras cruza calles y calles repletas de personas que solo buscan distracción, el transita sin mirar atrás, nunca lo hace, su calle preferida es la que cruza la gran avenida, pues está decorada con colores extravagantes, al igual que una fila de mujeres, a las que llaman “las bien vestidas”, también pueden verse a jóvenes que tratan de ganarse la vida, de manera fácil, robando y ofreciendo sus atributos. Cuando camina por esta calle, pasa por su cabeza escenas de la película cool worldl, y trata de imaginarse que en el cuerpo de Holli, la bella rubia que quiere pasar del mundo de las historietas al mundo real, solo que en su caso, es al revés, pues él desea vivir en un mundo irreal. Se detiene bajo una tintineante luz para observar a una de las “bien vestidas”, que ofrece sus servicios, y es que aunque ha visto muchas veces a aquella personalidad, nunca como hoy, pues llevaba un vestido de noche y era recogida por un carro de lujo. Al lado se escuchaba voces de sus compañeras que dicen que ella nunca regresará, - a lo mejor un viejo rico se enamoró de ella y la va a sacar de la chamba- dice la peli roja, mientras la rubia “de raíces negras”, como le dicen, argumenta que el que se la lleva es un narco y que la mataran.

Deja a las señoritas atrás y avanza hasta llegar al parque de las magdalenas, conocido sobre todo por encuentros amorosos, se sienta en su butaca, luego de un momento llega un joven de cabellos rubios, pregunta por su nombre y edad, él responde. La plática toma un rumbo ligero y llevadero, entre gustos y variedades, ellos se conocen, el nuestro no busca dinero, solo encontrar lo que hace mucho tiempo perdió. Luego de una hora de plática, los dos toman un micro, al llegar al departamento, el rubio toma asiento, mientras el otro prepara café y galletas, pues no hay que más que ofrecer.

Con una caricia empieza la búsqueda de lo que siempre ha querido encontrar, el deslice de sus ropas por su piel parece ser tan frágil ante los movimientos que ellos provocan, el roce de las pieles parece ser único, pero nuestro personaje  conoce bien el procedimiento, él no siente nada ya, solo una piel más, unas manos más que tocan su suave cuerpo, al final volvió a perder, no encontró lo que perdió hace años, la fragilidad y la sensibilidad ante un cuerpo, una monotonía es lo que él vivió aquella noche, su cuerpo se ha vuelto vulnerable ante las caricias. 

Holli

 
Ante la satisfacción del visitante, vuelve a la cama a recostarse y para tratar de olvidar su derrota, remoja pedazos de papel en solvente, después de ello duerme nuevamente, mientras recuerda aquella noche, en la que su amado, salió de su habitación para nunca más volver. Ocasional mente se levanta por la madrugada para visitar a aquella amiga, que siempre está con él cuando la necesita, la que no le ha fallado nunca, la que le hace compañía mientras el dolor de la soledad llega, de la que no tiene que estar enamorado para poder sentirla.

Han pasado años, siempre la misma rutina, puede llegar el día de la despedida, y él aun no se ha dado cuenta de que tanto su piel, así como su corazón, han pasado de carne a roca, todo por el anhelo de buscar lo que llega por sí solo.


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