domingo, 11 de septiembre de 2011

¿La guerra contra el narco es de todos los mexicanos?


Alan Ramírez

Las condenas no se han hecho esperar; medios de comunicación, políticos renombrados, el presidente de nuestra nación y hasta el de la nación vecina del norte han condenado decididamente los actos terroristas ocurridos el pasado 25 de agosto en el “casino Royale”  de Monterrey, Nuevo León. Entre el  “deslinde de responsabilidades” y las declaraciones oficiales, el terror se  ha sembrado por todo el país. Y no podía ser de otra manera,  ya que, mientras el gobierno local enfatizó que la responsabilidad de las investigaciones quedaba en manos del Gobierno Federal, las autoridades locales transferían su responsabilidad al Gobierno Federal; pánico hasta en las “autoridades”.  Mientras tanto Felipe Calderón señalaba en su cuenta de twitter que los sucesos que dejaron un total de 52 muertos, hasta la fecha, “nos obligan a todos a perseverar en la lucha contra esas bandas de criminales sin escrúpulos”. Un llamado más a la “unidad”.


Sabia virtud del mandatario: llamar a “mantener” unido lo que nunca lo ha estado. O ¿quién puede negar que tales declaraciones, teniendo en cuenta que la guerra contra el narcotráfico fue llevada a cabo sin previo cotejo a la ciudadanía en general, son muy aventuradas?


Los ya más de 30 mil muertos y la prácticamente nula aceptación de dicha “guerra” (guerra que según dicen los que saben se va perdiendo) nos hacen ver que nos encontramos en un Estado fallido; el intento de solucionar un problema atacando solo sus manifestaciones ultimas ha provocado que, como dice el dicho popular, nos salga más caro el caldo que las albóndigas.
Lo cierto es que los tres días de luto y las condenas no van a solucionar el problema existente durante todo el mandato panista y que, últimamente se viene acentuando debido a ciertos acontecimientos que, aunque desafortunados, podemos decir que eran predecibles. A nadie le queda duda de que la violencia genera violencia ni de que un mal diagnostico puede matar a un paciente.

A todo esto y a pesar de que el problema con que nos encontramos, es de vital relevancia tener en cuenta que no debemos caer en la ceguera nuestra clase política y olvidarnos, de ese modo, del problema de raíz. No caigamos en el juego de culpar a la maldad de los delincuentes (la cual no niego que exista) ni en pedirles a los delincuentes que “por favor dejen de cometer delitos”; la delincuencia en general, y principalmente el crimen organizado, son producto de la pobreza existente en el país, de la poca oferta educativa y de la falta de oportunidades para los trabajadores desempleados y mientras no se resuelvan estos problemas el mal seguirá y seguirá creciendo.



Al hacer este intento de reflexión recordé a un comentarista de radio que comentaba que “la guerra contra el narco es de todos los mexicanos”, al escuchar este comentario le pregunte a una amiga que si ella creía eso y me contesto: “pues a mí no me preguntaron”. No puede haber respuesta más acertada.        

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