martes, 15 de noviembre de 2011

EL LUTO INHUMANO



Mario García Castillo

Mi maldito páncreas todavía funciona impávido 
y en general mis benditas glándulas sin agotarse
aún realizan sumisamente su callada labor cotidiana
sin exigirme prácticamente nada, o casi nada, a cambio. 

Y qué decir de mi vulgar estómago, turbio obrero,
todavía tritura solícito cuanto sin piedad le arrojo a diario
y la sonrisa en mi rostro sin querer aparece en sociedad.

Me pregunto cómo puede ser esto así,
cómo puedo seguir deambulando por la existencia
después de que llueve sobre mojado 
tanta ausencia, tanta desolación y tanta infamia.

Acaso yo también he muerto hace varios ayeres
acaso he quedado desvanecido en el tiempo que se fue
y estoy viviendo el doloroso sueño de una vida pasada.

Lo cierto es que mis mejores amigos se están marchando 
al lugar que ya no tiene retorno sin decirme adiós,
y los otros están perdidos entre la niebla de la ausencia
y yo, no tengo una piel de león para cubrir mi duelo
ni cenizas para esparcir en mis ajados cabellos.

Me colocaré entonces una diadema de flores montaraces
y mientras los lobos arriscan sus hocicos mostrándome los colmillos,
diré al dolor: ¡pasa, odioso soberano del mundo!
yo soy súbdito de la vida y la alegría vive en mi corazón.

Y cuando el dolor pase, tal vez me siente a llorar triste y alegremente
por la vida que ya se ha ido y por la que aún está por venir.

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