miércoles, 16 de noviembre de 2011

Pobreza laboral: parafernalia de la miseria



Jacobo Cervantes

Estamos finalizando este año 2011 y varias líneas de reflexión abren esta colaboración con las cifras que dan a conocer  los organismos oficiales  que, lamentablemente nos dan temas desalentadores todos los días. Prueba de ello, tema del que me ocupare en esta ocasión, está el escenario laboral de nuestra clase trabajadora que, creo sin la menor duda, atraviesa por la situación más difícil de la última década. 



Eso lo demuestran, justamente, los datos oficiales que son una referencia bastante contundente. En el último reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) se establece que la pobreza laboral en nuestro país registra un repunte de .4 por ciento a nivel nacional.
 
Este concepto de pobreza laboral tiene la misma esencia de la pobreza, es decir, esa imposibilidad de acceder o bien carecer de los recursos para satisfacer necesidades de diversa índole y que inciden tajantemente en la calidad de vida del ser humano. Y como hemos mencionado en otras ocasiones: el trabajo produce riqueza, por tanto, la falta de este, sus malas condiciones o remuneración, representan ya una incapacidad para que el trabajador pueda satisfacer sus necesidades mínimas. 
   
Un claro ejemplo es la proporción de trabajadores que no alcanza a adquirir la canasta básica alimentaria, pese a que trabajan incluso hasta 12 horas recibiendo un salario mínimo general de 55.92 pesos. No comprendemos esto, si el kilo del azúcar  ha subido 196 por ciento en esta década en tanto que el incremento al salario, en el mismo lapso, reporta un alza de sólo 49.96 por ciento. 
   
Esta situación que no puede pasar desapercibida porque indica la urgencia de un cambio estructural, ya que los trabajadores mexicanos no sólo son a nivel mundial de los más mal pagados, sino también son de los que más sufren el desempleo, una de las causas de la pobreza laboral.
   
De acuerdo con los datos más recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el nivel salarial en América Latina es una tragedia de dimensiones mundiales tras la crisis de 2009, ya que millones de trabajadores perdieron sus empleos. Mientras que los que lograron conservarlo, han visto como se depaupera su capacidad adquisitiva, y por lo tanto sus condiciones de vida se han deteriorado. 
   
En el Informe mundial sobre salarios 2010-2011, la OIT acentúa que el rezago en el caso mexicano se traduce en un -0.1 por ciento en 2007 a -0.6 por ciento en 2009, luego de caer hasta -1.1 por ciento en 2008, números que expresan, en términos sencillos, que cada vez son menos las personas que tienen un salario digno.
  
En un comparativo, más cercano a nuestro lector, el salario que se da en México se encuentra sólo por arriba de países como Haití (país históricamente pobre) y por debajo de otros países también de América Latina como Argentina, Bolivia, Brasil e incluso de Nicaragua.


   
Las estadísticas son duras como dura es la realidad que las alimenta dejando a un lado y superando así la estrategia veladora “oficial”. La antesala de los tiempos que vienen: aumentos al precio de la tortilla, también a los combustibles que impactarán en la cadena productiva; y de la carne, lo cual sólo viene a reafirmar lo que hace muchos años sucede en los hogares mexicanos: la mala alimentación que viven cotidianamente por la falta de recursos para adquirir la canasta básica.
   
Después de todo esto sería común pensar que, una realidad como la que estamos atravesando, debió crear hace mucho un grupo de trabajadores unidos para exigir, por lo menos, una política de salarios que les permita vivir de forma digna. Pues no es así, lamentablemente la clase obrera, con sus debidas excepciones, se ha mantenido sumisa o a lo mucho organizada con líderes charros que no defienden realmente sus intereses.
   
La solución: la organización consciente de la población y la consolidación de un partido obrero que realmente defienda sus intereses. 

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