jueves, 17 de noviembre de 2011

EMILIANO ZAPATA Y LA CLASE TRABAJADORA



  Francisco Roca        

En la historia de nuestro país han existido intentos serios para lograr que los trabajadores disfruten una vida digna y humana. Grandes protagonistas y líderes de los movimientos sociales han realizado esa labor llegando hasta sus últimas consecuencias, otorgando para ese fin, incluso, la vida.

  Pero la mayoría de la población mexicana, desconoce quiénes en verdad lucharon por las causas más justas y en defensa de los desposeídos de este país. La historia se nos presenta como un montón de nombres y héroes que participaron en beneficio de la revolución mexicana, generando la confusa idea de que hay que alabar y adorar a toda la lista de héroes que nos recitan oficialmente, igualando la historia a un cuento de aventuras donde se defiende a los débiles y triunfan los superhombres a quienes se le cuelgan falsos atributos, pero que no representan los verdaderos intereses de los trabajadores.




 Ese afán de mantenernos desinformados y confundidos, tiene el propósito de ocultar las verdaderas enseñanzas que nos legaron los defensores de las clases humildes, y evitar así que sus ideas revolucionarias y su heroica lucha provoquen el despertar en la conciencia de los oprimidos.

 De la misma manera, las clases en el poder, los dueños del dinero, tratan de desacreditar a los verdaderos representantes de las cusas populares, por ejemplo, a luchadores como Emiliano Zapata y Francisco Villa. Se dice por varios historiadores, que ambos revolucionarios se sentaron en la silla presidencial sólo “para ver que se siente” y se fueron. La anécdota es cierta, sin embargo, el verdadero inconveniente de estos revolucionarios fue que para ese día, 6 de diciembre de 1914, estando en la ciudad de México en palacio nacional, con sus dos ejércitos, no contaban con un programa de gobierno y fue entonces que encargaron el poder a un gobierno provisional, la “Convención de Aguascalientes”, y nombraron a Eulalio Gutiérrez como presidente.  Este pequeñoburgués  termino traicionándolos.

Zapata y Villa no aspiraban a tomar el poder y, por tanto, no se prepararon para ello, esto se demuestra en una parte de su conversación, en el histórico encuentro sostenido en Xochimilco, el 4 de diciembre de 1914:

VILLA: Yo no necesito puestos públicos porque no los se lidiar. Vamos a ver por dónde están estas gentes. Nomás vamos a encargarles que no nos den que hacer.
ZAPATA: Por eso yo les advierto a todos los amigos que mucho cuidado, si no, les cae el machete.  …A estarlos arriando cuidando, cuidando, por un lado y por el otro a seguirlos pastoreando.



Tiempo después Zapata se da cuenta de su inexperiencia de entonces y toma como enseñanza otras revoluciones mundiales, como la rusa, pero ya era demasiado tarde. Los nuevos dueños del dinero se habían apoderado ya del país.

A continuación reproducimos un extracto de la carta enviada a uno de los más fieles generales zapatistas, Genaro Amezcua Saavedra, donde se expresan los verdaderos deseos de Zapata

Tlaltizapán, febrero 14 de 1918.
General Genaro Amezcua Saavedra
La Habana, Cuba
Estimado amigo:
Me refiero a las gratas de usted fechadas el 1° y 15 de enero último…
…Por los recortes que se sirve adjuntarme, quedo impuesto de la benévola acogida que en la prensa de esa capital han tenido las declaraciones hechas por usted, acerca de las finalidades que perseguimos…
...Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México revolucionario y la causa de la Rusia irredenta, son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos. Aquí como allá hay grandes señores, inhumanos, codiciosos y crueles que de padres a hijos han venido explotando hasta la tortura, a grandes masas de campesinos. Y aquí como allá, los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida empiezan a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar.
Mr. Wilson, el presidente de los Estados Unidos, ha tenido razón al rendir homenaje, en ocasión reciente, a la revolución rusa, calificándola de noble esfuerzo por la consecución de libertades, y sólo sería de desearse que a este propósito recordase y tuviese muy en cuenta la visible analogía, el marcado paralelismo, la absoluta paridad, mejor dicho, que existe entre ese movimiento y la revolución agraria de México. Una y otro van dirigidos contra lo que León Tolstoi llamara el gran crimen: contra la infame usurpación de la tierra, que siendo propiedad de todos, como el agua y como el aire, ha sido monopolizada por unos cuantos poderosos, apoyados por la fuerza de los ejércitos y por la iniquidad de las leyes.
No es de extrañar, por lo mismo, que el proletariado mundial aplauda y admire la revolución rusa, del mismo modo que otorgará toda su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta revolución mexicana al darse cabal cuenta de sus fines.
Por eso es tan interesante la labor de difusión y de propaganda emprendida por usted en pro de la verdad; por eso deberá acudir a todos los centros y agrupaciones obreras del mundo, para hacerles sentir la imperiosa necesidad de acometer a la vez y de realizar juntamente las dos empresas: educar al obrero para la lucha y formar la conciencia del campesino.

Es preciso no olvidar que en virtud y por efecto de la solidaridad del proletariado, la emancipación del obrero no puede lograrse si no se realiza a la vez la liberación del campesino. De no ser así, la burguesía podría poner estas dos fuerzas, la una frente a la otra, y aprovecharse, por ejemplo, de la ignorancia de los campesinos para combatir y refrenar los justos impulsos de los trabajadores citadinos; del mismo modo que, si el caso se ofrece, podrá utilizar a los obreros poco conscientes y lanzarlos contra sus hermanos del campo. Así lo han hecho en México, Francisco I. Madero en un principio y Venustiano Carranza últimamente; si bien aquí los obreros han salido ya de su error y comprenden ahora perfectamente que fueron víctimas de la perfidia carrancista.

Todo lo que usted haga para obtener la colaboración de los centros obreros de Europa y América, será poco, si se considera la trascendencia de la labor y la magnitud del resultado.

Debe usted excitar a estas agrupaciones a que propaguen en sus respectivos países los ideales del agrarismo; el programa de la revolución mexicana y los grandes triunfos alcanzados en el terreno de las realidades con nuestros modestos luchadores indígenas, incansables y firmes después de ocho años de lucha…

…La revolución netamente popular y agraria ha ganado considerable terreno, y hoy domina no sólo en Morelos, Guerrero, Tlaxcala, México y Puebla, sino también en Hidalgo, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango y Coahuila y en la parte sur de la República, además de haberse extendido a Veracruz y Oaxaca ha penetrado en el fondo de los Estados de Tabasco y Chiapas, quizá los más oprimidos del país.

Saluda a usted y le desea todo bien su amigo y atto. s.s.

         
   Como podemos observar, Zapata fue un revolucionario, un hombre que luchaba para construir un mundo mejor, impulsando la unidad entre los obreros de la ciudad y los pobres del campo.



            Es notable esta carta del general Zapata, pues en ella no sólo se expresa de manera transparente el verdadero sentir de las clases oprimidas en México sino que, al mismo tiempo, su experiencia nos proporciona una férrea lección histórica, que debemos aprender los trabajadores del mundo: que las revoluciones no se hacen sólo con las armas, sino que los pueblos requieren, además, una amplia y profunda educación política, elevar su conciencia y claridad en los objetivos así como un programa de gobierno, detallado, que se aplique en  beneficio de los trabajadores de la ciudad y del campo en nuestro país. ¡Esa es la tarea!

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