jueves, 6 de octubre de 2011

Charla con Marco Aurelio Carballo


Edgar Andrés Garduño Álvarez

Periodismo y literatura, dos hilos que pueden enredarse en una sola madeja: investigación más técnica narrativa, buen lenguaje más creatividad y, por supuesto, escritura trabajada.  

Marco Aurelio Carballo (1942), periodista y escritor chiapaneco, se define a sí mismo como un obsesivo compulsivo de las palabras y su buen uso. Para él, la molestia llega cuando no hay concreción, cuando una frase no es exacta y se pierde en un mar de redundancias y rollos.
 Esta neurosis se acompaña de libertad, pues  luego de dejar la carrera de economía en su juventud, a pesar de los recalamos de su padre se dedicó de lleno al periodismo y a la literatura — relata Carballo con talante de tipo duro, ante una veintena de alumnos que tímidamente escuchan su ronca voz.

Marco Aurelio Carballo

Una vez convencido, autodidacta disciplinado y periodista empírico, se adentró en diarios como el Unomásuno y la revista Época. Se dedicó a crear historias. Hoy la novela es su vida. “Ahora soy más feliz porque hago lo que quiero: escribir” confiesa el ganador del permio nacional de periodismo 1997.

 En la charla, no deja de advertir  sobre los males que aquejan la actualidad del oficio. Sin embargo, consejos prácticos para escribir y  hacer novela  saltan desde sus relatos de mujeres y tragos: “los temas salen a buscarnos, lo importante es saber y atraparlos y contarlos”, “los talleres ofrecen la posibilidad de corregir nuestros trabajos, nos ayudan entender porque estamos mal”. 

Siempre enfatiza en una virtud  útil para el novelista y el reportero; para el escritor pues: la observación, elemento fundamental que motiva a una descripción clara. El ejercicio de crear puede desprenderse de una buena observación y de la capacidad para acomodar las ideas a la hora de escribir.

 En la literatura—explica el autor de Morir de periodismo— vivir, experimentar son elementos que nutren las historias. Aunque existan cuestiones ficticias, se busca la verosimilitud  de la historia y siempre el lenguaje correcto, las frases exactas.

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