lunes, 31 de octubre de 2011

LUZ


Elena

07:07 p.m.

Veo las estrellas: luces, calor lejano, millones de fotones viajando por el espacio y estallando en mi
pupila.
A simple vista diría que la luz es materia y energía.
A simple vista diría que el espacio es apacible.

El viento helado me acaricia las manos y las entumece, los árboles se cierran sobre mí en la
oscuridad terrenal, adivino la presencia de insectos ciegos y sordos en la espesura del follaje
que se agita con el viento, insectos que huyen de la escarcha que se posa en las hojas antes del
amanecer.

Estoy desentrañando la semiótica del tiempo y la distancia: sostienen la realidad, siento que los
puedo tocar, siento que en este momento puedo definir la insignificancia de la humanidad.

Algo de la belleza del universo, de su perfecto equilibrio dinámico y violento me ha suprimido y no
escucho ya risas ni palabras; he olvidado el frío que reseca mi piel, he dejado de respirar por un
momento, mi espíritu está en el espinazo de la vía láctea.

Ahora cualquier insinuación es impertinente, cualquier demostración emocional me es
indiferente, sé que cualquier interacción con mi realidad no acabará con mi inherente soledad.

Este es el esplendor de la monotonía, de la oscuridad eterna, donde un millón de años son una
tarde serena o una fogosa eyección de plasma de un agujero negro.


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