sábado, 28 de enero de 2012

DOS CAMINOS



Eliseo Santiago

Los adeptos al presidente, sus defensores, los pagados y no, y toda andanada de comerciales insisten de que hablemos bien de México, que callemos, que guardemos profundo silencio en torno a los más de 50 mil muertos, miles de desaparecidos, el hambre y el desempleo que agobia a nuestra gente, y por eso, haciendo eco de su llamado no hablaremos de ello, intentaremos cerrar nuestros ojos a la realidad y crear un mundo lleno de bondades y beneficios que nos ha traído su gestión. Lo intenté, pero no pude. 



Con Motivo de la Inauguración de los trabajos para la nueva planta de Nissan, marca de automóviles muy conocida,  el presidente dijo que el se siente orgulloso porque en México si se crean los empleos que se necesitan, que el mundo se está dando cuenta de la oportunidad     que representa invertir en nuestro país, destacó la inversión de 2 mil millones de dólares.  La empresa decidió hacer la inversión por la gran ventaja competitiva que ofrece nuestro país. Veamos a costa de qué.

Una nota, la semana pasada me llamó mucho la atención, no por desconocer el problema sino porque lo decía un periódico que está muy lejos de llamarse de izquierda, en ella, se destacaba que las empresas han aumentado la productividad pero sin aumentar el salario de los trabajadores, y que, desde 1993 a septiembre del 2011, el salario real de los trabajadores cayó en 29.42 % y es solamente el promedio. Y la productividad, la cantidad de mercancías producidas por unidad de tiempo, aumentó en 147 %.  


Esta situación se agrava cada día. Platicando con unos trabajadores de unas empresas manufactureras, que abundan en el territorio de Nuevo León, me explicaban el cómo para poder aumentar dicha productividad, a los obreros les aumentaban la velocidad de las famosas bandas, o que utilizan cualquier argumento para retenerlos en la empresa por más tiempo, inclusive me decía uno de ellos que por cada hora extra que trabajaban sólo recibían 20 pesos. Le pregunté como dudando que los patrones hicieran semejante cosa, porque aceptaba eso, y me dijo: “No me queda de otra”.

Claro, con 12 millones de desempleados, que ejercen una presión constante sobre los que trabajan, que preocupados por que no haya otra oportunidad para sobrevivir se dejan exprimir, porque ya lo dijo  alguien: si no quieres trabajar, si no quieres ser explotado, hay otro dispuesto ocupar el lugar vacante por el mismo precio o menos. Pero a que costo, a un costo elevadísimo. En contraste, el ejemplo de Brasil, en el que también aumento la productividad pero también el salario, ¿Por qué? Pues por lo menos el gobierno si se ha preocupado un poco por su pueblo, en cambio, aquí hay que regalarles todo a los empresarios, la luz, el terreno y también, por supuesto la sangre y el futuro de nuestros trabajadores y de nuestra patria.





Los trabajadores mexicanos y del mundo entero, tienen dos caminos: uno, la resignación y esperar que nos llegue la hora de su muerte y acceder al paraíso; y dos la organización y la lucha, luchando por un mundo mejor en la tierra, el camino más difícil pero el único que ofrece posibilidades para salir de tan lamentable situación. El obrero, y el trabajador en general (porque hace poco me enteré que a unos locutores de una importante empresa ni siquiera les dieron aguinaldo pues ellos trabajan por honorarios). Deben esforzarse en salir de su situación, entender que su enemigo no es el obrero parado, que su enemigo fundamental son los patrones y sus defensores, y que sólo conseguirán salir de su pobreza, organizándose, educándose y luchando contra sus verdaderos enemigos, porque los patrones están perfectamente organizados y cuentan con el apoyo decidido del gobierno como lo demostró lo dicho por el presidente, que de ellos no recibiremos absolutamente nada y que solamente los obreros unidos, educados y organizados podrán salir adelante de su situación tan precaria y resolver de una vez por todas la pobreza y la explotación que sufren diariamente. Es decir, SI HAY DE OTRA, pero se requiere que tomemos el camino numero dos y nos atrevamos a andarlo juntos.

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