jueves, 21 de julio de 2011

Crónica de un decreto transgredido (Ya había dicho.)


 Elena Hernández Vázquez


A las 5:30 sonará el despertador y ese pensamiento incluso meditado en sueños rebanará sádicamente lo que pudiera existir de ánimo para levantarme. Dejará sin embargo, después de un largo ensimismamiento, de una larga deliberación  irracional y pasional, mi orgullo enaltecido: el reto declarado de no volverte a llamar.

 A las 6 detendré el tiempo al poner la espuma del shampoo en mis orejas y dejaré de escuchar el ruido callejero, la ciudad que despierta, el decreciente susurro de los grillos bajo el refrigerador. Te pensaré, recordaré todo lo que dijiste ayer, tus hirientes mensajes se proyectarán en mis párpados cerrados, te odiaré. Pero mientras me enjuago una inesperada indiferencia emocional tranquilizará mi pulso.

 A las 6:45, casi acurrucada sobre el insalubre cristal del microbús, miraré el paisaje que regala esta trayectoria que zurce la ciudad de norte a sur a los pasajeros que tengan la suerte o la pericia de sentarse en la extrema izquierda para mirar al este en este inmejorable amanecer.
Te pensaré y te imaginaré durmiendo, me enternecerá momentáneamente esa visión, hasta que deba preocuparme por escurrirme entre la gente hasta la puerta y respirar el frío.


 A las 7:39 dejaré de encontrarle sentido a la clase, miraré hacia la ventana y la fantástica significación que he dado a la trivial circunstancia de estar mirando hacia la dirección en que te encuentras me hará sufrir la orientación del salón hacia el sur. Tú estás hacia el noroeste y por el este estará entrando el sol a tu recámara. Pero sigues durmiendo. Después me inundará la pereza.
 A las 10 tendré una lúcida participación en  clase. Síntoma de una inteligencia que pese a que casi todos reconocen nadie la conoce tan bien como tú lo hiciste y de nadie me importa el reconocimiento más que de ti. Mi talento racional siempre fue lo único de que dispuse para impresionarte, mi único recurso para cautivarte: nunca fue suficiente.

De vez en cuando hasta las 13:30 imaginaré lo que deberás estar haciendo según el ajetreado cronometraje del tiempo al mirar el reloj impávido en mi muñeca; puede que sea él quien me mirará: silenciosa y triste en esta mañana de pasiva contemplación pensativa.
Regresaré a casa, y en mi afán por ganar esta guerra indivisa perdida desde el día que te conocí trataré de tocar y de perderme en el sonido, de ausentarme en el delirio del arte, de ser otro, un incorpóreo, quien quiera la música.

 A las 16:00 horas revisaré mi celular, que aunque en todo el día no ha sonado, no está de más alucinar antes de iluminar su pantalla que hallaré un mensaje de arrepentimiento, una llamada perdida, un mail con palabras ajenas, con una disculpa en voz del mejor de los poetas. Pero no, eso es, claro, una delirante alucinación.

A las 20 horas estaré desesperada ya, desconcentrada en mi lectura con súbitos despliegues al vacío, con largos silencios mirando quizá al suelo, sin ver, sin sentir, sin oler, sin oír. Me conectaré sabiendo que el que te conectaras es incluso menos probable que mañana la rotación terrestre cambie al sentido contrario, sería un milagro. Y en efecto, la realidad me golpeará el tímpano con cada diminuta distancia que recorra el segundero, eso que se escuchará arrastrar a cada golpe será mi vida.

A las 21 la ansiedad sale de su jaula, en realidad mi soledad me ha convencido de dejarla salir, es la eterna historia de mi permisividad nocturna: cuando baja el sol yo cedo, cuando el silencio se conjunta con la obscuridad la soledad me asusta y soy fácil. Juego ajedrez. No pienso, no puedo pretender no perder este juego que es tan complejo como la vida misma, contra un cerebro tan frío y calculador como el tuyo. ¿Ayer me ganó una computadora, o me ganaste tú? ¿O ahora me debato con una computadora y ayer no pude evitar tu jaque mate? o… ¿Derribé yo misma mi rey?
De cualquier modo el que hoy me gane este ordenador es una estrategia conjunta entre él y tú, porque tú demueles cada una de mis jugadas, distraes mi cerebro antes de cada movimiento y pierdo toda defensa contra el jaque.



22:00: jaque mate. ¿Dónde estás? Te buscaré en una película, deliberadamente elegiré un drama para poner limón en la herida, con una premeditación masoquista escogeré el más triste de los finales.
 A las 00:20 me lavaré los dientes, con la repentina impresión de estar lavando tus besos puliré una sonrisa que no te importa si vuelves o no a ver y trataré de dormir.
00:40
1:15 me
1:29        revolveré
1:55                           en
2:20                                 la cama…

2:28     Pensaré si es muy tarde para llamarte. Y llamaré y contestarás. Y pediré que vuelvas, sabiendo que no eres lo que busco. Y sabré que lo hago por la maldita e irremediable costumbre de tenerte. Y porque te amo. O eso creeré.

 Son las 5:30 y suena el despertador…

No hay comentarios:

Publicar un comentario